La introducción de impuestos sobre la propiedad, que también se aplicaría a los bienes inmuebles residenciales, se extenderá a algunas regiones chinas. El objetivo es, entre otras cosas, enfriar el crecimiento de los precios inmobiliarios, que han aumentado más de dos mil por ciento en China durante el último cuarto de siglo.
El impuesto a la propiedad se aplicaría tanto a los bienes inmuebles residenciales como no residenciales, así como a los terrenos. La excepción serían las zonas rurales, según la propuesta del parlamento chino de extender los impuestos a la propiedad fuera de las grandes ciudades. Es un desempolvado de una idea que apareció por primera vez hace más de dieciocho años.
Pero la propuesta tiene muchos críticos. Los más fuertes son los gobiernos locales y los consejos. Los políticos locales temen que la introducción de impuestos a la propiedad en regiones fuera de los grandes asentamientos chinos provoque ventas masivas de bienes inmuebles o que suponga una carga excesiva para los hogares, lo que también se vería afectado por el impuesto.
En algunas grandes ciudades, como Shanghai o Chongqing, los impuestos a la propiedad están vigentes desde 2011. Sin embargo, solo se aplican a los propietarios de barrios de lujo o a los propietarios de más de un apartamento. Las tasas oscilan entre 0,4 y 1,2 por ciento.