La ecocnomía global atravesó en el año recién finalizado por una etapa relativamente turbulenta. A pesar de ello logró mantener un crecimiento sólido tanto en el mundo desarrollado, como en países emergentes. El año que acaba de comenzar la tendencia debería persistir.
Las peores turbulencias ya se han desvanecido, coincide la mayor parte de las principales instituciones económicas internacionales. No obstante, el presente año no necesariamente debe ser tranquilo del todo. La noticia sobre la culminación de la primera etapa del futuro acuerdo relativo a las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China fue probablemente el motivo del alivio más importante. El correspondiente comrpomiso bilateral debería firmarse a mediados de enero y le seguirán pronto las negociaciones referentes a la segunda etapa.
Mientras que el Fondo Monetario Internacional espera que el Producto Interno Bruto global se incremente este año en 3,4 por ciento, el Banco Mundial prevé un aumento en tan sólo 2,7 por ciento. Además de la distensión en las relaciones comerciales, el crecimiento se sostendrá también en una política monetaria expansiva en una situación cuando los principales bancos centrales del mundo al parecer no accederán al aumento de las tasas de interés. En caso de que se produzca una caída en los índices de iflación, éstas incluso podrían bajar.
A pesar de ello los riesgos siguen los mismos: las consecuencias del próximo brexit, la transformación económica en China, temores de cara a una correción masiva de los mercados financieros o un endeudamiento sin precedentes de importantes jugadores de la economía global.
