Mientras que los precios de oro alcanzaron en agosto pasado todos sus máximos y permanecieron así hasta el inicio del mes de septiembre, en la segunda mitad del mismo mes sufrieron una leve baja y se mantienen desde entonces en estancamiento. Se trata de una ruptura en la sostenida tendencia al rápido aumento que duró seis meses.
Los precios de oro se vinculan tradicionalmente al desaceleramiento económico, existiendo una correlación negativa entre la salud de la economía y los precios del metal. Por tanto, resulta un poco extraño que dicha tendencia haya cesado justamente en el momento en que muchos economistas están convencidos de la inevitabilidad de una recesión que se podría producir en uno o dos años.
Hay una serie de razones para ello. Una de ellas podría ser el hecho de que tras el turbulento año lleno de amenazas para la economía mundial, la situación ha vuelto a ser un poco más tranquila. Debido a que los pronósticos de recesión son muy frecuentes, también es posible que, vista la situación, los inversionistas más perspicaces ya hayan cambiado sus hábitos de inversión. Habría que comentar además que las crisis y advertencias alarmistas de recesión ya habían tantas en el pasado que los mercados al final terminaron por ser resistentes a ellas.
Por supuesto que también es posible que se trata de una especie de descanso que precede a otro incremento brusco del precio. Depende de cuántas crisis económicas y políticas ocurrirán en un futuro próximo.